viernes, 28 de noviembre de 2014

Juan Vaello

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Juan Vaello Orts
Sus frases, sus ideas, sus convicciones...

En educación, la implicación es hija de la ilusión y enemiga de la complicación.

Cuando la confluencia sustituye a la sucesión de esfuerzos individuales, lo imposible se vuelve posible.

Nos preocupan las causas comunes de bajo rendimiento (no estudian, no trabajan...), 
pero nos ocupamos de lo específico de nuestra materia.

El auténtico cambio en los alumnos está en conseguir intenciones y transformarlas en nuevas inercias.

Pesa más lo que contagias que lo que dices.

Una intención de cambio no es el punto de llegada, sino el punto de partida del cambio.

 Un profesorado potente, eficiente, confluente, influyente, competente, implicado. 
Y sobre todo ello, que disfrute..

Un problema es considerar al alumnado QNQ (que no quieren), 
más como un caso de perversidad que como un caso de diversidad.

Pesan más las inercias que las leyes. Sobre todo en educación.

La educación infantil necesita algún retoque. La primaria, un lifting. La secundaria, una cirugía general.

Mejor que decir grandes palabras que arreglen pequeñas cosas, 
di pequeñas palabras que arreglen grandes cosas.

En educación, la solución está en los bancos: 
un banco de contenidos interesantes-útiles y un banco de soluciones a problemas habituales.

La escuela hoy se salva por la creatividad. Y en el futuro, si se salva, se salvará por la creatividad.

Un aula es demasiadas veces un lugar de encuentro entre equipos de alumnos y 
una sucesión de profesores aislados/as.

Para crear fortalezas, inercias y hábitos rotundos hacen falta prácticas remachadas y consolidadas.

La educación centrada sólo en lo académico, despreciando otras competencias, 
es como circular por una autopista utilizando sólo un carril.

Mientras lo racional funciona en segundos, lo emocional funciona en milésimas.

Cada clase no es una burbuja. Tiene efectos proactivos sobre la siguiente y retroactivos sobre la anterior.

Requisitos para el aprendizaje: intención, atención y contención. Con eso basta. Pero es mucho.

El mundo hoy es una feria de distractores y atractores. 
Y los educadores, en esa feria, quizá seamos unos top manta. Con todos los respetos.

El alumnado de hoy debe aprender a focalizar y descartar.
Combinar una clase del siglo XXI con otra del siglo IV a.C., agitar y servir a mentes y corazones abiertos.

 No dejemos dormir nuestras cualidades mientras intentamos mejorar nuestras debilidades.

Vemos las cosas no como son sino como somos.

 El reto del profesorado de hoy no es enseñar al que no sabe, sino educar al que no quiere.

En una caminata, cuesta más dar el primer paso que los mil siguientes.

En las aulas no aprenden unos y enseñan otros. Todos aprenden y enseñan.

 Todo el mundo tiene problemas, pero mientras unos los multiplican, otros los dividen.

 Utópicos en las intenciones, pragmáticos en las actuaciones.

 Las mejoras educativas más decisivas cuestan cero euros. O algo menos.

Los alumnos, o te los ganas, o te ganan.

Los malos alumnos no son enemigos a quienes combatir, sino sudokus que resolver.

 Pensó el discjockey: si la gente no baila, tendré que cambiar de música.

El gran tema de los jóvenes no son las materias que estudian sino ellos mismos (Ortega).


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