Enseñar a
los niños implica mucha confianza y responsabilidad. Las matemáticas y la lectura son las cosas más
importantes que se aprenden en un aula. Moldear pequeños
corazones para que decidan convertirse en colaboradores de la comunidad y
soñar que esa comunidade podrían estar
compuesta de personas que sean amables y sepan esforzarse por los demás.
Una profesora
Todos los viernes por la tarde la profesora pide a sus
alumnos que saquen un trozo de papel y escriban los nombres de tres
niños con los que les gustaría sentarse la semana siguiente. También
les pide que nombren a un compañero que creen que ha sido
excepcional en el aula esa semana. Los niños entregan sus papeletas a la profesora de forma privada.
Cada viernes por la tarde, después que los alumnos se van a
casa, la profesora saca los papelitos, los coloca frente a ella y
los estudia... busca patrones.
- ¿Quién no está siendo solicitado por nadie?
- ¿Quién, ni siquiera, sabe a quién solicitar?
- ¿Quién nunca es valorado lo suficiente como para ser nominado?
- ¿Quién tuvo un millón de amigos, o no tuvo ningún amigo la última semana?
La profesora no busca un nuevo plan agrupamientos, ni
al alumno que mejor se comportó. Está buscando a niños solitarios. Está
buscando a niños que tienen dificultades para conectarse con otros
niños. Está identificando a los pequeños que están cayendo por las
grietas de la vida social de la clase. Ella está descubriendo qué
talentos están pasando desapercibidos por sus compañeros. Y se da cuenta de quién está siendo intimidado y quién está haciendo la
intimidación.
Esta
es una estrategia brillante. Es como tomar
una radiografía de un aula para ver bajo la superficie de las cosas y
los corazones de los alumnos. Podemos facilitar como adultos cómo hacer amigos, cómo pedir a otros jugar
con ellos, cómo unirse a un grupo, o cómo compartir sus talentos con los
demás. Puede ser un freno al “bulling” o intimidación porque cada maestro
sabe que la intimidación suele ocurrir fuera de su vista. La verdad se descubre en esas seguras, privadas, y
pequeñas hojas de papel.
Esta brillante mujer sabe que toda la violencia comienza con la desconexión.
Toda la violencia externa comienza como soledad interior. Ella sabe que
los niños que no están siendo valorados eventualmente van a recurrir a
ser valorados por cualquier medio necesario.
Decidió empezar a luchar contra la violencia temprano y con frecuencia, y con la realidad más próxima.
Lo que la profesora está haciendo cuando se sienta en su aula vacía
para estudiar esas listas escritas por niños de 11 años, es cuidar vidas.
Ser profesor, profesora, es una preciosa manera de vivir la vida: la búsqueda de patrones de amor y soledad... alterando la trayectoria desde la realidad más cotidiana y próxima de nuestro mundo.
Los profesores, son, en muchas ocasiones, la mejor -¿y la única?- esperanza
para un mundo mejor. Lo que haces en sus aulas, cuando nadie está
mirando es nuestra mejor esperanza.
Los profesores, tienen a un millón de padres detrás susurrando
juntos: “No nos importan las pruebas estandarizadas. Sólo nos importa
que le enseñen a nuestros hijos a ser valientes y amables. Y les agradecemos por cuidar sus vidas.”
(Fuente)
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